sábado, 1 de mayo de 2010
Serrat entona su oratorio a Miguel Hernández El músico abre su gira dedicada al poeta en Elche
JESÚS RUIZ MANTILLA | Elche 24/04/2010
Por la senda del poeta uno encuentra palmeras, piedras y barro. El camino que conducía ayer al Pabellón de los Deportes de la Universidad Miguel Hernández, en Elche, presentaba una metáfora de lo que fue su obra, sus obsesiones. También de lo que le ha costado a Joan Manuel Serrat levantar su nueva gira. Pero allí estaba el músico: "Perdón por el retraso", dijo al despedirse de su público entregado, las 3.000 personas que le recibieron y le despidieron en pie, tras una hora y 40 minutos consagrados exclusivamente al poeta del hambre, la guerra, la cárcel y el aire de Levante.
El retraso al que se refería Serrat fue el que le obligó a posponer casi un mes los conciertos que tenía pensado iniciar antes de que un problema de salud le dejara al cuidado de los médicos. Pero ayer vino a demostrar que ya está repuesto. Con ganas de carretera, escenario y versos.
El espectáculo es sencillo y contundente. No hay concesiones a otra cosa que no sea la voz del poeta. Es un Serrat generoso con Hernández. Un Serrat que se arriesga y deja de lado 40 años de carrera por una causa. Serrat que deja de ser Serrat. No interfiere nunca en la esencia que persigue. Cuando habla, recita Hernández. Cuando canta, nos lo devuelve a la vida.
Es un cantante transmutado en otra voz, en acorde y verso del poeta. Música y narrativa audiovisual al servicio del mero lenguaje y la palabra hernandiana. Pura y simplemente. Profundamente.
Empieza por el final y acaba por el principio este viaje de Serrat hacia Hernández. Llego con tres heridas, la canción que cierra su primer disco, aquel ya mítico de 1972, acompaña su entrada en el escenario. Uno de aquellos, el poema que abre Hijo de la luz y de la sombra, lo cierra. En medio queda todo lo demás.
La poesía desgarrada y certera de Hernández, su canto a la vida en mitad de la miseria, su alerta rabiosa, su pasión esclava y atada al vientre del amor, las rendijas de esperanza, la amistad, la sensualidad, el compromiso.
Conciencia a flor de piel
Quedará el espectáculo que ha zurcido Serrat como una gran oración hernandiana. Quizás como el acontecimiento que más ayude a este centenario. Porque pocos actos se organizarán en las ciudades donde recale en que quede más a flor de piel su conciencia. Parecen olvidadas las trabas absurdas a que le han sometido los administradores de su legado, más después de que la sociedad que lo llevaba haya quebrado. La figura del poeta supera lo miserable de los obstáculos en su lucha para sacar el proyecto adelante.
El resultado es algo serio y hondo. La veteranía le ha dado versatilidad. Le hemos visto ya de todas las formas posibles. Íntimo y divertido, con guiños al monólogo cabaretero, a dúo con algunos de los grandes, acompañado de orquestas sinfónicas. Ahora reaparece entregado completamente a la firma y la inspiración de Miguel Hernández, con elegancia y conciencia, dejando encima del escenario muchas cosas claras.
Nos presentó a Miguel Hernández cuando este país andaba huérfano de sus versos. Ahora lo sumerge en el presente con adaptaciones como El hambre, Uno de aquellos, Hijo de la luz y de la sombra, esa memorable recreación de Las abarcas desiertas. Le aligera con aire mediterráneo en La palmera levantina, Dale que dale, Del ay al ay por el ay, consigue hacer prender emociones de pasado, presente y futuro con las revisiones eficaces del repertorio antiguo.
La gente se emocionó con El niño yuntero, la Elegía a Ramón Sijé, las Nanas de la cebolla. Vibró con Para la libertad, que Serrat se encarga de arropar con aquel viaje de la dictadura a la democracia.
Los músicos le acompañan con delicadeza y eficacia, tanto en el intimismo y la emoción, como cuando entona Serrat Menos tu vientre, como en el grito y la rabia de sus versos.
Proporcionan las chispas que requiere en algunos momentos y se consagran a la espina dorsal y a la comunión hernandiana admirablemente, siempre dirigidos por el maestro Ricard Miralles. Juntos, a la vera de Serrat componen y encadenan la comunión musical de este auténtico oratorio hernandiano.
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